Más de treinta discos avalan ya la carrera artística de El Lebrijano. En ellos ha demostrado dominar el arte ortodoxo, tanto en los palos festeros como en los sobrios, pero también se ha revelado como uno de los innovadores del cante. Ha acercado al flamenco otros estilos musicales como la ópera (en Ven y Sígueme, con la colaboración de Manolo Sanlúcar) o el cante por galeras (en Persecución), y sobre todo la música árabe, intentando encontrar la unión entre el flamenco y la música de los que habitaron España durante ocho siglos (Encuentros, Casa Blanca).

El Lebrijano pertenece a una familia flamenca plagada de artistas: la de Perrate de Utrera. Es sobrino de El Perrate, hijo de la Perrata, hermano de Pedro Peña y ahijado de La Niña de los Peines, considerada por El Lebrijano como la mejor cantaora de todos los tiempos. Se inició en el circuito de los tablaos como guitarrista, acompañando a bailarines como la Paquera de Jerez, al mismo tiempo que cultivaba el cante. Tras ganar el Concurso de Mairena de Alcor en 1964, enfundó casi definitivamente la guitarra y siguió acompañando al baile, pero esta vez con su cante. Entre otros, cantó durante varios años para Antonio Gades.

Tanto crítica como público coinciden en considerar a El Lebrijano como uno de los mejores cantaores de su generación, por su voz, su conocimiento del estilo ortodoxo y su capacidad para innovar. También ha sido reconocido por las grandes figuras de la profesión, con las que ha colaborado: Melchor de Marchena, Niño Ricardo, Enrique de Melchor, Paco Aguilera, Juan Habichuela, Pedro Bacán… Es, en definitiva, un artista completo y principal que ha marcado pauta. En 1994 recibió la Medalla del Trabajo.

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