De padre italiano y madre brasileña, Bernardo Bonezzi (Madrid, 1964) fue un auténtico niño prodigio en el mundo musical español. A los seis años empezó a tocar la guitarra, con ocho ya escuchaba a David Bowie y a grupos y solistas extranjeros como Marc Bolan o Roxy Music, que en aquel momento eran de difícil acceso en nuestro país, aún gobernado por Franco. A los diez empezó a componer sus primeras melodías.

En 1978, con trece años, formó “Zombies”, grupo pionero y legendario de lo que más tarde se llamaría “la movida madrileña”. Tras ser el primer grupo que actuó en la hoy mítica sala “El Sol”, en la primavera de 1980 publicó la canción Groenlandia, que se ha convertido con el tiempo en todo un clásico de la música pop nacional. Siguieron dos elepés que le convirtieron en uno de los músicos más respetados y valorados de aquella época: Extraños juegos (RCA, 1980) y La muralla china (RCA, 1981).

A principios de 1982 “Zombies” se separaron y Bonezzi, que siempre estuvo interesado en la experimentación y en la innovación, hizo su primera incursión en el cine componiendo las canciones de la segunda película de Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones. Ese mismo año produjo y compuso la música del LP de “Almodóvar-McNamara”, uno de los iconos musicales del pop español de los 80. Mientras tanto, Bernardo Bonezzi emprendió en solitario un proyecto que no acabó de satisfacerle y cuyos frutos fueron el maxi-single Las diez mujeres más elegantes (CBS, 1983) y el álbum Bonezzi-St. Louis (CBS, 1984), para el que contó con la colaboración de la cantante Didi St-Louis.

A partir de entonces, se volcó en la composición de música para cine, televisión y teatro. Los encargos se sucedieron uno tras otro. Compuso las bandas sonoras de más de cuarenta películas, de directores tan destacados como Pedro Almodóvar, Manuel Gómez Pereira, Agustín Díaz Yanes, Rafael Moleón, Enrique Urbizu, Icíar Bollaín o Pedro Olea. En 1995 obtuvo el Goya por la música de la primera película de Díaz Yanes, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, y estuvo nominado al Goya en cuatro ocasiones más. También fue miembro del Consejo de Administración de la SGAE, el más joven de toda la historia de esta institución. Compuso otras tantas bandas sonoras para televisión; además de la famosísima Farmacia de guardia de Antonio Mercero, colaboró con directores como Alfonso Ungría, Ricardo Franco, Imanol Uribe, Iván Zulueta, Antonio Drove, Manolo Matji o Miguel Hermoso.

En 2002, exhausto de haber trabajado tanto, decidió tomarse un tiempo para sí mismo. Después de haber puesto música a la vida de tantos personajes, había llegado el momento de ponerle música a la suya. Empezó a componer, al principio sin rumbo, hasta que poco a poco lo fue encontrando. En 2004 volvió al panorama musical con un disco propio, La hora del lobo, el primero de una trilogía dedicada a las horas del día. Tras esta primera entrega inspirada en la noche, compuso y publicó La hora azul (2006), inspirada en la mañana. Con La hora del té, inspirada en la tarde, Bernardo Bonezzi corona esta triple obra instrumental de extraordinaria madurez.

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