Quienes fueran anteriormente Los Redrum se percataron de que no eran tiempos para el pop-punk, la alegría jovial y la temática playera; se acabaron las mentiras: el power-trío malagueño decidió levantar ese disfraz impostor y alumbrar a una nueva trinidad poco ortodoxa.

En el nombre de la cultura de club, del veneno y de todas las herejías, La Trinidad asciende como un conjunto de punk garajero y nueva ola infectado por el drone, el ruido, los solos de guitarra, bajos megalíticos, baterías contundentes e hipnóticas melodías — eso sí, sin hacer asco a lo mejor de la tradición pop.

Decía el poeta y cineasta Antonin Artaud que se autodestruía para saber que él era él y no todos los demás. De alguna manera, entronca con la actitud de estos tres jóvenes: en sus letras recorren paisajes extremos y oscuros de ayer, de hoy, del futuro. En esos espacios universales de peligrosidad social y rebeldía escenifican el amor cruel en la ciudad gentrificada, la toxicidad goyesca de textos subversivos de aquellos poetas olvidados y maltratados de la Transición, historias con vida propia sumidas en el desencanto, los opiáceos y el humor negro.

Usted sabrá, durante el exorcismo de sus corrosivos directos quedará abandonado a su suerte. Pero no lo dude si quiere encontrar la salvación: corra, acuda y rece a La Trinidad.

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