Aunque Montoto ha dicho alguna vez que en las letras de sus canciones suele confundir “sueño y realidad”, la verdad es que todas suenan muy de aquí. Tan cercanas, que nos recuerdan a un montón de cosas que ya hemos oído antes, dicho esto casi por primera vez como un piropo, antes que un reproche.

Las canciones de Montoto nos son familiares. Pero, ¿quién es Montoto?. ¿Un triunfito?, ¿Un maldito?, ¿Otro cantautor?, ¿Un rockero desesperado?, ¿Otro rebelde sin causa?, ¿Un rebelde con causa?.

Pues no: es un artista. Una persona que ama a las canciones. Un cantante solista que interpreta lo que hace. Tiene un mundo propio que, como decía, suena a muchas cosas anteriores, sin que se pueda, en realidad, definir a qué, o una concreta. Ese es su mérito.

En lo formal, Montoto es un cantautor que se ha paseado por los garitos de Madrid. No es una historia única. Hay todavía un circuito que se alimenta de jóvenes que aun siente respeto por lo que es una canción y las ganas de comunicarse con más gente para compartir inquietudes. Libertad 8, El Búho Real, El Rincón del Arte Nuevo son algunos de esos lugares donde se hace la cantera. Muchos de los que ahí tocan y cantan, luego se hacen famosos (Bebe, Amaral, Jorge Drexler, Tontxu, Inma Serrano, Carlos Chaouen, Javier Álvarez, Pedro Guerra, Rosana, Ismael Serrano…) y los que no, al menos dejaron su impronta en noches inolvidables que recordarán siempre, no sólo ellos que luego se dedicaron a otra cosa, sino entre esas buenas gentes curiosas que aquel día se dieron una vuelta por el lugar.

Montoto se ha hecho en lugares así. Diego Montoto, como es su nombre civil, frecuentaba, y frecuenta, El Búho Real –“es mi campamento base”, ha llegado a reconocer- y la guitarra y la música han sido sus compañeras en los últimos años. De ellas ha vivido y dice que le “parece que (sus canciones) le sitúan en otro lugar, en un sitio idílico”. Será esto lo que le ha hecho decir lo del principio, eso de que en sus letras confundía sueño y realidad.

Pero es cierto. En las canciones de De regreso a mi planeta, su primer disco, Montoto habla de viajar a otros lugares, de su realidad, de lo que siente al ver un cuadro bonito, de lo mal que le sienta la comida americana, de una vecina que se topa en la escalera. Lo hace desde su lente, tan especial como cualquier otra. Y se nota que, a pesar de ser un cantautor en cuanto a lo formal, ha escuchado mucha música ajena a ese circuito. Es, por otro lado, el signo de los tiempos: Los cantautores ya no sólo se alimentan de sí mismos.

Los de antes, aunque suene a generalización, escuchaban a Dylan, y el Ché Guevara les inspiraba. Los de ahora, no dudan de oír también a U2, por ejemplo, y no les importa hablar de Peter Pan en sus letras.

Montoto, a pesar de que ahora está presentando su ópera prima, tiene ya unas cuantas tablas. Su academia ha sido la calle y los garitos. Los locales de ensayo y los parques. De su paso por El Búho Real supo sacar los trucos para resultar próximo al espectador, al degustador de canciones. Por ello participó, con un par de ellas, en el disco recopilatorio que el local editó con los artistas que merecían la pena de los que frecuentaban su pequeño escenario.

Participó también Montoto en el programa Alternativas en concierto, con el que, un poco antes de la Navidad de 2005, la Comunidad de Madrid, la AIE y La Noche en Vivo pretendían apoyar a las pequeñas salas de conciertos de la región proponiendo recitales en los que al reclamo de un artista conocido, se descubriera a un nuevo talento emergente. El padrino de Montoto en ese ciclo fue Carlos Chaouen. Los que ese día aún no le conocían, aunque el concierto era en un lugar tan familiar para él como El Búho, y acudieron atraídos por Chaouen, se llevaron la grata sorpresa de descubrir a Montoto.

Hay un porcentaje muy elevado de que cualquiera que le ve y le escucha por primea vez, se hace militante de Montoto. Lo que no quita para que a veces se descubra cierta ingenuidad en su música. E incluso, otras, ya sepamos de antemano de qué nos está hablando. No es extraño ni un mal síntoma: primero, porque responde a eso que decíamos al principio de lo cercanas que nos resultan sus canciones, como si ya las hubiéramos escuchado antes; y, segundo, pues menudo chasco supondría que un artista en su primera obra ya hubiera llegado a su madurez plena, al cenit de su capacidad creativa.

No, nadie debuta con su obra maestra. Y es la emoción de Montoto: reconocer el punto de partida valioso con el que inicia su carrera, para intuir lo que puede dar de sí a poco que vaya aprendiendo de su experiencia.

Esto resulta alentador. Compartir los inicios de una artista del que se sospecha que va a ser grande, es una de las escasas emociones que la vida sigue dando. Ya lo decía Chaouen, “cualquier artista que toca a menudo en directo, por mucho que sea reconocida su labor desde hace años, está siempre como empezando”.

Montoto no es que esté como empezando, es que ESTÁ empezando. Cualquiera puede venir luego, y enlazar una larga ristra de artistas a los que recuerda cada una de sus canciones: que suena como U2, que si evoca a Drexler, a Antonio Vega, a Javier Álvarez, a Bergia, a Miqui Puig incluso… Tantas comparaciones como artistas hayamos escuchado individualmente, pero que poco aportan a la hora de acercarse con las orejas abiertas a la obra de un debutante.

A mi me atrapa por muchas cosas, y se me ocurre que por el desamor de Desnuda en el cielo (“…después de haberte visto he rebosado todo el vaso de las lágrimas de sangre, nunca ha llovido tanto, y creo que la luna se ha llenado de agujeros, el blanco es todo negro y el agua es mi veneno…”), la renuncia a la hipocresía de Juegos de palabras (“… no dudaré en hablar mal de ti a tus espaldas, lo peor es que seguro que te beso cuando vuelvas…”), la sinceridad de Mi forma de hablar (“…ya he perdido la razón, divago por mi piel, recuerdo bien tu olor. No soportas mi adición a levantar la voz. Te has ido con tu luz…”), o la aceptación de la dura realidad que se intuye en la que da título al disco (“… el universo que me has enseñado, no puede más, lo hemos agotado, y de regreso a mi planeta Tierra, veo cómo te alejas…”).

Montoto las cantaba por los bares de Madrid. Una guitarra y una voz. Ahora las ha encerrado en un disco al que Carlos Jean contribuye a darle el brillo de la sonoridad contemporánea. Ahora toca abrir la tapa, y que el genio se expanda por el mundo y nos conceda todos los deseos posibles, no sólo tres.

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