Grigory Sokolov nació en 1950 en San Petersburgo, entonces Leningrado, desde los siete hasta los once años permaneció en un centro especializado en niños superdotados, dio su primer gran recital a los doce y en 1996 ganó el primer premio del concurso Tschaikowsky, de cuyo jurado, que presidía Emil Gilels, formaban parte Nadia Boulanger y Lev Ovorin, entre otros. En esos años ese concurso, el Chopin de Varsovia y el Reina Elisabeth de Bruselas eran los más importantes, y más decisivos para las carreras profesionales que los actuales, pero en realidad el dato no nos dice mucho del músico. Según él, Hay que distinguir siempre el mundo exterior del interior. El primero influye en las cosas físicas, materiales,mientras que el mundo interior, infinitamente más importante, es el que menos influencias recibe del exterior, del que casi puede permanecer ajeno. ¿Cómo creció, y cimentó lo que es ahora? No se puede saber, sin más.

Ha tocado con cerca de 300 directores de orquesta, pero prefiere los recitales solistas. Algunos entusiastas de su arte han dicho que es el mejor pianista vivo. La típica tontería indemostrable. Que es un puro genio de la música, un extraterrestre (Le Monde). Eso se va acercando. Lo han comparado a Katchen y Backhaus (la revista italiana Musica). Otra pista la dan sus preferencias personales: Gilels, Gould, Sofronitski, Schnabel, Horowitz, Lipatti, Solomon o Anton Rubinstein, pianista y compositor que admira muchísimo y del que no ha grabado nada pero conoce a través de la imaginación mística. En suma, pianistas muy singulares, artistas del piano. Un pianista para pianistas, se ha dicho también de él.

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