En la mayoría de lenguas del mundo, jugar es un sinónimo de tocar música. Esta equivalencia también sirve en Guissona, el pequeño pueblo de Lleida donde nació y juega con canciones Joan Pons, el Petit de Cal Eril.

Con el disco “I les sargantanes al sol”, El Petit de Cal Eril demuestra que también se puede conseguir una sonrisa desde la crudeza y la melancolía.

Hará un par de años que el Petit de Cal Eril empezó a grabar música en el comedor de su casa. Desde entonces, todo fue bastante rápido. La participación en el proyecto de creación musical del Centre d’Art Santa Mònica dio entrada a nuevos compañeros de juego: David, Lluís, Daniel y otro Daniel. Juntos se subieron a escenarios como los de popArb o Hipersons, además de conseguir el premio Tr3sC a la creatividad musical. Pero lo más importante es que en cualquier sitio donde tocan, la gente se sorprende y sonríe.

El Petit de Cal Eril canta canciones sencillas que viajan a lugares inesperados. Nos habla de las pequeñas cosas y de animales de todos los tamaños. De la vida desocupada en el pueblo. De no hacer nada y de hacer un poco de todo. De la niebla y del sol. Y siempre con un tono entrañable, como si nos conociera de toda la vida.

El Petit de Cal Eril sigue la mejor tradición del folk psicodélico: Sonido orgánico y cálido, giros experimentales, regusto popular, momentos naïf, flautas, melódicas, chilofones, sonidos inclasificables… Se acercan a Gorky’s Zygotic Mynci y Música Dispersa, a los Flaming Lips o a la Incredible String Band. Pero siempre con un sello propio, quizá por ese optimismo rural, olor de chicle y el rumor de tractores de los secanos de Lleida.

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