Bejun Mehta, nacido en Carolina del Norte hace 36 años, nunca ha dejado de cantar. Hijo de un pianista y una profesora de canto y sobrino del célebre director indio Zubin, protagonizó una brillante carrera de niño-soprano que finalizó en 1983, cuando cambió su voz al cumplir los 14. “Me centré en los estudios de cello, llegué incluso a trabajar en la orquesta de San Francisco, y me doctoré en literatura germana en Yale. Pero algo dentro de mí no estaba del todo bien, mi verdadera pasión era la voz, tenía que seguir explorando”, señala Mehta con una vitalidad contagiosa. Tras un tiempo de titubeos como barítono probó suerte como contratenor y allí reapareció su voz excepcional. En los casi diez años que han trascurrido desde su debut se ha convertido en uno de los nombres más reclamados para una tesitura, la de contratenor, a la que ha devuelto, de la mano de autoridades como Minkowski, Haïm, o Jacobs, su antiguo esplendor.

-Su primera opción fue convertirse en barítono.
-Fue un gran error. Estuve 5 ó 6 años trabajando pero las cosas no funcionaban. No sonaba del todo mal pero era más bien mediocre para hacer una carrera. Después de varios intentos embarazosos lo dejé. Fue entonces cuando leí un artículo sobre David Daniels y me di cuenta que nuestras historias eran casi idénticas. Di un salto de la silla y me dije, ¡qué caramba!, voy a intentarlo.

Sin cambiar de técnica
-¿Modificó su técnica?
-Erróneamente a lo que se cree, si algunos de los contratenores que cantamos hoy lo hacemos bien, es porque no hemos intentado aplicar ninguna “técnica barroca especializada para contratenores”. No tuve que empezar de nuevo. Es como quien pasa del cello al violín. Mi técnica actual es exactamente la misma que aprendí de niño, basada en el belcanto e igual a la que emplean el resto de cantantes actuales. Si no me funcionó para ser barítono es porque estaba en la tesitura errónea.

-Pero usted, como David Daniels o Andreas Scholl, nunca se planteó ser contratenor.
-No me gustaban demasiado. Cuando fui niño-soprano canté óperas y oratorios al lado de algunos de ellos y eran realmente terribles. Fueron muy mal ejemplo. No había una escuela, fue mucho antes de que llegara la actual hornada de contratenores. David, Andreas y yo mismo pertenecemos a la última generación que va a llegar a esta vocalidad por la puerta de atrás, queriendo ser otra cosa antes. Es decir, ninguno de los tres pensamos nunca en convertirnos en contratenores. Las cosas están cambiando, ya hay muchos jóvenes estudiantes de canto que se decantan directamente por esta tesitura. Ya no es algo exótico.

-Pero también se les exige más.
-Sin duda, estamos en un proceso de legitimación. Antes a un contratenor sólo se le pedía que diera las notas, aunque éstas no sonaran demasiado hermosas. Hoy el público demanda estilo, gama de colores, control de las dinámicas, volumen… cualquiera de las cosas que se les pide a un cantante normal. Eso antes era inimaginable.

-Un recital de un contratenor sigue siendo algo poco habitual.
-Es otro síntoma de que las cosas van a mejor. Personalmente me permite salir de mi habitual repertorio, centrado en el barroco. En un recital muestro otros registros a través de Schubert, Mozart o Beethoven. Resulta fascinante comprobar cómo la gente descubre allí que la de contratenor no es sólo una voz especializada sino que es un tipo más de vocalidad con múltiples recursos.

-Rousset, Haïm, Minkowski, Jacobs, Volton, Mackerras… ¿cómo varían sus acercamientos al barroco?
-Todos tienen su propia visión y forma de entender el acontecimiento musical. Igual que pasa entre Furtwängler y Rattle a la hora de traducir a Beethoven. Son diferentes escuelas, disfruto con todos por igual. Ocurre lo mismo cuando pasas de una orquesta tradicional, clásica, a una que utiliza instrumentos de época. No puedo decir que la Scottish Chamber Orchestra de Charles Mackerras hace más justicia a la partitura que Les Musiciens du Louvre de Minkowski, con el que acabo de hacer Mitridate de Mozart en Salzburgo. Lo que realmente importa es que capten y se hagan con esa “danza interior” que subyace en esas músicas.

-Como René Jacobs, antiguo contratenor, ¿se plantea algún día la dirección de orquesta?
-He dirigido mucho en mi vida, especialmente en mi etapa como cellista. Como se sabe, pertenezco a una familia muy pegada a la música y es algo que no descarto. De hecho, creo que lo hago bastante bien.

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